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Ilamacingo, la comunidad que comienza en Puebla y llega a Nueva York Especial

Ilamacingo, la comunidad que comienza en Puebla y llega a Nueva York

Un comité de obras binacional ha invertido miles de dólares para mejorar la población; la esperanza siempre es volver, aseguran los migrantes

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Santa Catarina Ilamacingo, Puebla.- En este poblado, todos tienen un hermano, un hijo o un nieto en Estados Unidos. Por sus querencias y sus añoranzas, esta junta auxiliar del municipio de Acatlán de Osorio comienza en la Mixteca poblana, pero llega hasta las calles de los barrios de Brooklyn, Queens o Yonkers, en la idílica Puebla York, que está a 4 mil 275.2 kilómetros.





El portal de la comunidad recibe a los visitantes y a los retornados en dos idiomas: “bienvenido” y “wellcome”. Aquí, hay alrededor de 700 habitantes, mientras que en la zona triestatal de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut, se calcula que hay al menos unos mil más.

Si en su territorio Ilamacingo tienen ocho comunidades, una novena está en Nueva York.

La migración intensa comenzó hace más de medio siglo y ha continuado sin parar. Algunos han regresado, para gozar el pueblo que no se les sale nunca de la mente ni del corazón, mientras otros van y vienen, porque ya han conseguido o la residencia o la ciudadanía y lo pueden hacer sin problemas.

Un grupo de ellos allá y acá, han conformado el Ilamacingo Comité NYC que ha invertido decenas de miles de dólares en el mejoramiento de este poblado, por encima de las autoridades municipales, cuya voluntad ha quedado casi siempre en sólo buenas intenciones.

El comité ha pavimentado calles, apoyado festejos, respaldado intervenciones médicas necesarias para niños y también han construido caminos.

El presidente del Ilamacingo Comité, de este lado de la frontera, Adán Nemesio Pereyra Herrera, quien también ha sido migrante, describió, que éste nació por la necesidad de realizar obras en beneficio de la comunidad.

“El comité es un grupo de personas que se reunieron para trabajar para nuestra comunidad. Había una necesidad tan grande de hacer gestiones, que decidimos hacerlo. Fue diseñado precisamente para hacer obras para nuestra comunidad (…)

“Además de las 12 personas que somos acá, también contamos con un grupo de personas migrantes en Estados Unidos que también forman un comité allá (…) Ya tuve la oportunidad de estar dos ocasiones en Estados Unidos, en 1998 estuve dos años y medio allá y el año pasado estuve un año”.

La población tiene varias calles de concreto y hay escuelas hasta el bachillerato, una diferencia notable con otras comunidades de la Región Mixteca de Puebla, al sur de la entidad.

El centro, con su quiosco, su iglesia y unas letras de colores con el nombre de Ilamacingo, reciben al visitante.

Un brazo del Río Mixteco abraza a la comunidad y un puente colgante comunica a los dos lados de la población.

La nostalgia

Cuando se cumple la meta, casi concebida desde la niñez, de ir a Estados Unidos a buscar suerte y trabajo, la mente permanece en casa, en los seres queridos y en la esperanza del regreso.

“Es una decisión muy difícil y todo migrante la vive. Al ir a Estados Unidos todos vamos con la mentalidad de progresar; deja uno a la familia acá con la intención de llegar allá y trabajar para la familia. La verdad que sí es una vida muy difícil muy complicada, porque llega uno a un lugar donde no se conoce, más que nada el idioma es complicado para todo migrante, y me tocó vivir esa experiencia muy crítica, porque allá es una vida muy diferente a la que tenemos acá”.

-¿Qué se extraña más, a la tierra, a las personas, cómo sabe la nostalgia cuando estás allá, dan ganas de llorar?

-La verdad sí. Todo migrante ha pasado por esa experiencia y la verdad sí hay momentos en los que nos gana la nostalgia.

La esperanza del retorno es la que hace que aquí en México y desde Estados Unidos, los hijos e hijas de Ilamacingo se cooperen para realizar obras, para mejorar su comunidad.

“Es algo muy bonito trabajar para nuestra comunidad, más los que radican en Estados Unidos, ellos tienen una muy buena voluntad de llegar aquí al pueblo. Han hecho un esfuerzo demasiado grande para participar económicamente, el grupo de nuestros compañeros migrantes han invertido una fuerte cantidad de dinero porque se han hecho varias obras que han beneficiado a la comunidad.

“Su intención siempre ha sido esa, trabajar para nuestra gente, mejorar la calidad de vida de nuestras familias (…) de nuestros ciudadanos de aquí de Ilamacingo”.

El Comité de carácter binacional, con una docena de integrantes en Nueva York y otro tanto en Ilamacingo, ha desarrollado también un sistema de transparencia y rendición de cuentas. Se trata de dinero privado que se aplica en beneficio público, para obras que las autoridades no han podido o no han logrado concretar.

Leonel Castelán Rojas, integrante del comité y profesor de educación física, es nieto e hijo de migrantes y vivió de niño en Nueva York. Por ya tres generaciones su familia sabe lo que es añorar la tierra original.

“Mi papá es migrante. Él es residente de Estados Unidos. Hermilo Castelán, mi padre, tiene 76 años, fue de los primeros que emigraron hacia Estados Unidos. Se fue desde los 20 o 25 años, más o menos.

“Yo tenía cuatro años, estaba muy chiquito. Entonces nos fuimos. Nos fuimos toda la familia. Estuvimos como cuatro años allá. Inicié mis estudios, entonces regresé por decisión de mis padres (…) la situación no estaba tan bien socialmente en Estados Unidos, había mucha represión para los migrantes”.

Él asegura que el trabajo de Adán Pereyra ha sido impecable a lo largo de cuatro años de obras y acciones que se realizan con el dinero que los migrantes mandan.

“Adán Pereyra es una persona honesta, trabajadora, un buen ciudadano de aquí de la comunidad de Ilamacingo. Es una persona muy importante para el comité, porque representa al comité de obras aquí en Ilamacingo. Está al frente de las jornadas de trabajo, que se hacen aquí para realizar las obras, de las cuales el comité aporta (...) Ha entregado buenas cuentas y es clave, para que el comité siga aportando”.

Los pasos hacia NYC

En la memoria ancestral, que ya es imposible de recuperar por los que han ido muriendo, se desconoce el tiempo exacto de la fundación de Santa Catarina Ilamacingo, que tiene 8 comunidades pero que prácticamente cuenta una novena, que está en Nueva York, con los más de mil de sus hijos e hijas que allá viven.

El más que centenario poblado tiene un especial orgullo por sus raíces y su origen.

Seguro que, desde Nueva York, en la mente de varios de ellos y ellas aparece en la memoria el sonido del Río Mixteco, que los vio nacer.

Una referencia indispensable del Ilamacingo Comité NYC es Alfonso Álvarez Ortega, quien salió muy joven a finales de los años 70 y que ha tenido éxito como empresario en la ciudad de Yonkers, aledaña al Bronx.

Él, como otros paisanos suyos, vivió las feroces redadas de migración y tuvo que regresar tras ser deportado en varias ocasiones, para volver a entrar por varias fronteras.

Un caso similar, que retrata las vicisitudes de los pasos que salen de Ilamacingo y que llegan a Nueva York, es el de Pedro Francisco Rosales, quien bien podría ser – como el caso de Alfonso Álvarez – el involuntario protagonista de canciones que hablan de lo difícil que es enfrentar a la “Migra” y a los grupos antiinmigrantes, así como las peligrosas travesías nocturnas de varias horas por el desierto.

“En 79 pagué 130 dólares para cruzar a Estados Unidos y dejé de ir hasta el 2007 (…) Nos manteníamos arriba de dos años o año y medio para hacer un poco de dinero y venirnos a ver a los hermanos, a la familia, o los hijos, ahora es diferente por la manera de que se cobra más caro, está más difícil el paso”.

Hoy, Pedro Francisco ha cumplido el sueño de regresar, de mirar de nuevo a los suyos y a su pueblo, y también forma parte del comité.

“La ilusión fue mi familia, sacarla adelante. Tengo una hija, que es enfermera, tengo un hijo que es ingeniero agrónomo, yo me dedico al campo. Me gustó tanto el campo que no me da fastidio”.

Él dice que allá, se extraña completamente todo y, por supuesto, se añora mucho la vida libre de Ilamacingo.

“Extrañaba yo todo, todo, mi familia, mis amigos, mi tierra, el campo. Allá la vida es otra, allá el estrés te pega demasiado, no es como la vida que la tenemos aquí, que la tenemos libre, sin compromiso de nadie, sin que nadie te mande y allá es otra vida más bruta”.

El hogar y el retorno

Ilamacingo es una comunidad, distinta de otras que tienen mucha migración, porque se siente muy viva. A las 14:00 horas, el zócalo se puebla de grupos de estudiantes de bachillerato, mientras los camiones que surten de refrescos y otras mercancías, no dejan de pasar y hay varias misceláneas y todas muy bien surtidas.

La economía es dinámica y su gente se dedica principalmente a la agricultura, aunque también hay claridad de que se trata de una población que recibe apoyo de sus migrantes.

Hay una decena de obras que ha realizado el comité, alguna complejas, como un camino que se construyó al otro lado del río, que requirió de un muro de contención y que comunica con otras comunidades.

“Tenemos en mente varias obras, pero realmente lo que nos falta aquí por hacer, es, precisamente, este camino que va a la inspectoría de Rancho Nuevo. Es una obra que también es de mucha utilidad y de mucha necesidad para nuestra comunidad (…)

“La parte importante es gestionar, hacer las gestiones necesarias para solicitar el apoyo al municipio, que nos den el apoyo para seguir trabajando y seguir entrando a esta obra”.

Otro anhelo mayor, dicen los migrantes y los habitantes, es el camino que los comunique con el municipio de Guadalupe Santa Ana y que daría conexión completa con la carretera Panamericana.

Es una obra imprescindible de 25 kilómetros, pero que no ha encontrado apoyo, a pesar de que varios alcaldes y alcaldesas la han prometido.

Pero si no hay respaldo oficial, en cambio sí muchas ganas de los habitantes y sus paisanos migrantes. Desde mayo de 2019 a la fecha, son ya más de 30 obras y acciones las que ha desarrollado el comité.

El amor a Ilamacingo y el arraigo juegan papeles importantes, aseguró Leonel Castelán, para impulsarlos a tener un mejor poblado y a estar muy al pendiente de esta comunidad binacional.

“Es el arraigo del pueblo. La mayoría de los paisanos que están en Estados Unidos no dejan de pensar en su pueblo, en su tierra donde nacieron, donde nacieron sus padres y sus abuelos. Se van, pero es difícil que no se acuerden de su comunidad, la tienen mucho amor a su comunidad”.

Ilamacingo vive aquí y allá, en el “bienvenido” y en el “wellcome”, tanto como en la añoranza.

Es el hogar y es también sueño del regreso.

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