¡Síguenos!El dinero no da clase. La ostentosidad de sus hijos, el reiterado señalamiento de haber participado en el lavado de cientos de millones de pesos (poco más de 427 de la Operación Angelópolis), que tiene a sus socios en la cárcel, nos dejan la inequívoca impresión de que Moisés Ignacio Mier Velazco es un hombre obscenamente rico.
TwittearVisitas: 1082
Sin embargo, no tiene ni un milímetro de humanismo y ni siquiera de clase personal. Es un patán reparte-tortas, vicio tan arraigado en él, quien salió del PRI, pero el PRI nunca ha salido de él.
El tema viene a cuenta por el penoso episodio que este jueves, cuando un diputado del Grupo Parlamentario de Morena, el tabasqueño Mario Rafael Llergo Latournerie, quiso eludir, con una descalificación, una metralla de buenas y argumentadas preguntas que hacía la decana de la fuente de San Lázaro, Margarita Nicolás, de la Gran Cadena RASA.
“¿Trabaja usted en el INE?”, le respondió Llergo a la periodista, a modo de ofensa y para desacreditarla. Cabe señalar que este tipo es además el representante del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ante el Instituto Nacional Electoral.
El tema de la conferencia era el desaseado proceso fast track, con que la bancada mayoritaria avaló el Plan B de la Reforma Electoral lopezobradorista, con una cascada de cambios a las leyes secundarias, luego de que no transitó la iniciativa constitucional del Presidente de la República.
Luego del despropósito de Llergo, los reporteros que cubren la fuente de la Cámara de Diputados abandonaron la conferencia, en apoyo a Margarita, quien es una periodista muy profesional y nomás tiene 25 años cubriendo las actividades legislativas.
Sobra decir -la conocí personalmente hace años- que es una mujer disciplinada, de las primeras en llegar y última en irse; que conoce profundamente los procesos legislativos y que, por su amabilidad y diligencia a ayudar siempre a los compañeros, es muy, pero muy querida.
Tras todo eso, el poblano Moisés Ignacio Mier Velazco ofreció una entrevista colectiva, en la que literalmente se llevó regaños de los comunicadores, pero no por este episodio, sino porque no supo contestar con solvencia las interrogantes sobre el desaseo con que la madrugada del miércoles fue avalada, por la mayoría simple, la iniciativa lopezobradorista de Plan B.
En la conferencia ofreció una disculpa insuficiente a Margarita Nicolás, por lo que había hecho Llergo, y después, ya pasada su propia entrevista, mandó a la sala de prensa unas chapatas, con refresco y unos ruffles con queso, como para aliviar el agravio.
Literalmente unas tortas, para sanar las “heridas” y apaciguar la indignación de los reporteros. Las chapatas son una suerte de tortas: carnes frías con vegetales, entre dos panes. La acepción chapata es italiana, pero ¡son unas tortas, pues!
La fuente se indignó. En las cajas en que venían, cada una con su refresco y ruffles con queso, en su respectivo contenedor, los comunicadores escribieron “el agravio no se limpia con una chapata, torta”, “la fuente no se toca”.
Moisés Ignacio mostró, con este episodio, su falta de visión, de altura y sus incapacidades cognitivas; no entiende, no comprende y ni siquiera hace un esfuerzo para ello; su arrabalera concepción de la política, su patanería y su falta de sensibilidad. Es un tipo muy menor, un reparte-tortas del priato anquilosado.
Pero ojo: no es la primera vez que desde Morena le faltan al respeto a Margarita Nicolás, quien, junto con su amabilidad, se caracteriza también por ser una entrevistadora muy aguerrida e informada.
En el mismo sentido, queriendo desacreditarla, al decirle que era “enviada del INE”, fue el mismo Moisés Ignacio quien le faltó al respeto a la decana de San Lázaro, en marzo de 2021.
La falta de experiencia y capacidades de Mier quedaron a la vista desde esa ocasión y lo único bueno que hizo fue ofrecer disculpas.
Moisés no da una. No halla cómo sacar adelante los encargos del Presidente. No controla a sus diputados, quienes hasta han pedido su destitución. Debe tener un tutor, que es el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
Ni repartir tortas ha podido.